Volver a Chiapas...

Hace 3 semanas llegué a Tuxtla, en un intento de volver a casa por unos meses. La temporada más larga que he pasado aquí, desde que me fui a vivir a Q. hace 14 años, había sido de un mes.

Desde la primera semana me sentí diferente. Esta vez, cada paso que daba era un paso de vuelta en una ciudad de la que me fui tan pronto como pude, sin imaginar siquiera que algún día tendría ganas de volver.

Las sorpresas han ido llegando de a poco, en donde menos las esperaba:

1. Una tarde monté en cólera, porque intentaba preparar la comida y no encontraba nada en la cocina de mi madre. No sabía dónde guardar los sartenes, no sabía de dónde sacar una pala, la licuadora explotó (no literal, pues) con una salsa de tomate, y yo terminé llorando porque, la verdad, era nomás que extraño mi cocina en Q., en la que sé perfecto dónde está todo. (Las entomatadas me quedaron bien buenas ese día).

2. Aquí no tengo carro, ni bicicleta, así que me he aventurado al transporte público, lo que me lleva a...

3. Cada día hago mil malabares para evitar el punto anterior, porque al menos la primera vez que intento llegar a un lugar me subo a la ruta equivocada y paso media hora dando vueltas por lugares que ni sabía que existían. (En Tuxtla media hora es mucho tiempo, aquí todo es cerquita de todo... o casi)

4. Llueve todos los días. No sé cómo borré esto de mis recuerdos. Yo odio la lluvia, siento que arruina mis días. Pero desde que llegué aquí, no la he odiado tanto. Es parte del día, de la rutina. Se sabe que si está lloviendo, todo va a ir más lento.

Voy de a poco, paso por paso, día por día... 



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