Postales pandémicas: temporada 2.1

1.

Pasé los primeros 5 meses de la Pandemia en Querétaro, con JP. En ese momento no lo percibía de esa manera, pero la verdad es que nos cuidamos un montón: durante marzo y abril no vimos a nadie y solo salíamos para comprar comida, todo lo que entraba a casa se desinfectaba y mis postales eran de las caminatas que yo hacía sola, durante las tardes. Luego mi madre se enfermó y yo necesitaba terminar el proyecto por el que estaba recibiendo un financiamiento este año, así que volví a Tuxtla, a la casa familiar. De nuevo mis postales eran de las calles que caminaba, de la vida que parecía poco a poco reactivarse.



Ayer llegué a casa de la abuela, en el Estado de México. Toda la familia se ha organizado para que ella siempre tenga a alguien. Hace frío pero no tanto, aunque todo se siente diferente: tengo miedo de no saber cuidar a mi abuela, de equivocarme con las pastillas o lastimarla al moverla, pero éste se ve apaciguado con el hecho de que somos muchxs atendiéndola (incluidas una tía doctora y una tía enfermera). Después de eso y en una muy menor escala, tengo miedo del internet: de que el ancho de banda no alcance para dar mis clases, de que mis alumnas se desesperen, de hacer demasiado ruido.  

En esta casa hay espacio. Somos muchxs entre lxs que dormimos aquí y lxs que vienen durante el día. No muchxs de visita, sino muchxs porque atender a una persona enferma requiere de un montón de energía, tiempo, esfuerzo. La familia ha conseguido que todxs sigamos trabajando a pesar del internet, que todxs dispongamos de tiempo para descansar y seguir con nuestras actividades en la medida de lo posible. Hoy hice la cuenta: durante 10 días que es lo que lleva enferma, para que nadie esté rebasado de cansancio, cuidar a mi abuela ha requerido entre 8 y 11 personas. Después de hacer esa cuenta mi primera pregunta fue: ¿cómo hace quien no tiene tantas personas para alternar? Es retórica: sabemos que los trabajos de cuidados son agotadores en múltiples sentidos, que las mujeres son las que absorben la mayor parte de ese trabajo y muchas veces sin remuneración cuando se trata de alguien cercanx. 

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En este momento pienso que aminorar estos trabajos no significa dejar de cuidar, sino extender la tarea: si cuidamos entre todxs, cuidamos mejor. 



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