yo quiero ser suavecita


observo los cuerpos de las mujeres durante las marchas...  las admiro tanto.



cuerpos vivos, llenos de energía, radiantes, enojados, felices, furiosos, eufóricos: fuertes. 
yo misma me identifico con esos cuerpos, quiero estar / correr / respirar / romper vidrios / abrazar / llorar / respirar   con ellas. 





observo la bravura con la que se (¿nos?) organizan, están en todos lados: buscando legislar, acompañando a las víctimas, diseñando protocolos, ocupando espacios de decisión, hablando del auto - cuidado - colectivo. 
entrenándose para que el cuerpo esté listo frente a la amenaza.
en todos lados.

las admiro tanto.




durante dos meses he vivido en otra parte. 
he podido caminar sabiendo que no va a pasar nada. 
que las calles aquí son seguras. 
que los hombres aquí conocen los límites. 
pero el miedo no se va de los cuerpos fácilmente. 
aún cuando mi cabeza sabe que todo está bien, y me aventuro a caminar la noche porque lo necesito, mi cuerpo nunca deja de estar alerta. 
es agotador. 
las mujeres sabemos que es agotador. 





mi cuerpo demanda el derecho a ser frágil, vulnerable, suave.
a bajar la guardia.
a abandonarse a la deriva, al sueño fácil en un parque.
a no cuidar una mirada, sonrisa, palabra que le haga pensar al otro que es una invitación sexual.
mi cuerpo demanda el derecho a no entrenarse por necesidad de autodefensa.
el derecho a ser débil.




mi cuerpo, que no es otra cosa que decir yo misma, quiere ser suavecita

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